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El ecosistema de la Antártida, en peligro.

¿Acabarán los turistas con la Antártida?

Un estudio alerta de que la introducción de estas plantas no autóctonas puede poner en peligro el ecosistema de la Antártida.

La Antártida es, probablemente, uno de los pocos lugares del planeta que se conserva prácticamente virgen. Sin embargo, por su helada superficie pasaron, entre 2007 y 2008, 33.054 turistas y 7.085 científicos, un número que, con el tiempo, va aumentando. Todos ellos llevaron involuntariamente, en sus botas, sus equipajes, bastones, sus ropas alrededor de 10 semillas de media por persona. Un estudio alerta de que la introducción de estas plantas no autóctonas puede poner en peligro el ecosistema de la Antártida.

La investigación ha sido realizada por la Universidad de Stellenbosch en Sudáfrica que recogió datos de ese intervalo de tiempo, correspondiente al primer periodo de celebración del Año Internacional Polar. Durante esos años, se calcula que llegaron a tierras antártidas 2.600 semillas.

Esta irrupción de plantas no autóctonas puede considerarse casi una oleada de plantas invasoras, que según este estudio, del cuál podemos encontrar más información en el Servicio de Información y Noticias Científicas, podrían alterar negativamente la biodiversidad del continente helado.

Y es que, aunque pueda pensarse lo contrario, las nuevas especies pueden adaptarse a las condiciones extremas de la Antártida, ya que una gran parte de los turistas pasa por otras zonas frías antes de llegas a ella por lo que llevan consigo semillas de plantas acostumbradas a las bajas temperaturas. Además, el avance del calentamiento global puede contribuir a la supervivencia de estas plantas invasoras del territorio menos afectado por el ser humano.

Por eso, este estudio recomienda que deben eliminarse las nuevas especies vegetales en cuanto se identifiquen. Una advertencia que se suma a las lanzadas por científicos y organizaciones de defensa del medio ambiente para eliminar siempre los residuos que turistas e investigadores dejan tras de sí, con el objetivo de preservar la Antártida sin la menor huella humana posible.