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La crisis puede acercarnos a la felicidad

Los obstáculos provocados por la crisis pueden acabar por instalarse en nuestras mentes. Frases como estas podrían servir como aviso: nuestros límites no sólo proceden de las circunstancias externas.

En Occidente buscamos la solución en el exterior cuando, la mayoría de las veces, está en nuestro interior.

Este sistema nos hace creer que no somos completos. Su principal error está en su base: se establece en función de la economía. Su obsesión es que consumamos. Para ello, nos crea necesidades que realmente no lo son.

El efecto llegaría a nuestra mente creando una sensación de insatisfacción constante: Siempre tenemos la sensación de no estar llenos. Olvidamos que el ser humano es completo por sí mismo y no necesita muchas más cosas.

¿Cómo conseguirlo?

La felicidad depende del lugar donde ponemos nuestra atención. Si nos fijamos cada mañana en la crisis y en aquello que no tenemos, acentuamos el problema, y nos marcamos límites preestablecidos.

Hay que buscar 15 minutos de soledad diarios para preguntarnos qué buscamos nosotros. Pero sólo nosotros: Hay que escucharse a uno mismo y no tomar decisiones dependiendo del exterior, ni de sus expectativas.

Hay que animarse a intentar "aprovechar" la crisis actual para adentrarnos en nosotros mismos y descubrir nuestras verdaderas necesidades. Esta crisis mundial podría llegar a cambiar los paradigmas de la sociedad. Quizá las prácticas de consumo colaborativo, cada vez más extendidas por Europa, sean una señal del principio del cambio.

Si buena parte de la sociedad cambiase, los gobiernos no podrían evitar la expansión de un nuevo modelo.