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El poder curativo de la palabra

El ser humano es un animal verbal. Quizás sea por ello, por tratarse de algo tan ancestral y a la vez tan cotidiano, que muchas veces no somos del todo conscientes del poder que puede llegar a ejercer la palabra respecto a terceros y a uno mismo. Es posible que el simple hecho de tener esta herramienta tan a mano y de utilizarla casi de manera automática haya ejercido sobre nosotros una falsa sensación de inocuidad, tanto en su vertiente negativa como en la positiva, en relación a todo aquello que verbalizamos.

La palabra puede ser fuente de curación y crecimiento. Se ha constatado que las personas a las que se les administra calmantes y siguen sufriendo normalizan sus constantes fisiológicas cuando alguien que se encuentra cerca de ellas les acompaña con esa palabra tierna. Es muy curativo.

En la técnica de la PNL (Programación Neuro-Lingüística) la palabra también tiene un peso fundamental. El lenguaje supone en este método uno de sus tres pilares fundamentales. En lugar de interpretar, suponer, o ponernos en el lugar del otro, gracias al lenguaje es posible averiguar cuál es exactamente la experiencia subjetiva de la persona.

Mediante el uso de la palabra, es posible recopilar información útil para iniciar el proceso de cambio, ya sea transmitiendo confianza, motivación, induciendo nuevos estados, modificando creencias, instalando nuevos aprendizajes que mejoren su experiencia subjetiva....

A través del lenguaje también es factible reaprender a hacer las cosas de otra manera, obteniendo resultados distintos. Se trata de transmitir a las personas que su situación es reversible.

Sin duda, en todos los casos la credibilidad del emisor es parte fundamental de la ecuación para que el discurso pueda llegar a tener el efecto deseado. En este sentido, cómo no, el contenido del mensaje, pero también el tono utilizado se antojan indispensables para que la fuerza de la palabra alcance su máxima expresión.

El poder del lenguaje también tiene su incidencia en el diálogo interior que mantiene todo ser humano consigo mismo. Un discurso mental, éste, que en muchos casos hay que combatir por su tendencia a la negatividad. También la experiencia vital puede jugar un papel fundamental en este sentido, y es que a partir de las palabras que hemos recibido, elaboramos nuestras creencias. Y éstas son como el software de nuestro disco duro a partir del cual generamos también emociones.

En ambos casos, se da la paradoja de que el problema y la posible solución tienen idéntica base, la palabra, pero usada de forma antagónica. Así como nos podemos herir, también nos podemos decir palabras que curan.

Parece obvio, sin embargo, que es más fácil destruir que construir, lo que significa que cuesta mucho menos caer en las trampas que te presenta a menudo la mente que urdir un discurso positivo. Pero para sentirse bien hay que esforzarse.