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Meditación

Medite, y envejecerá menos

Por Ana Rosa García

Una investigación, en la que ha participado el psicólogo cántabro Baltasar Rodero, prueba que las personas que meditan tienen el ADN menos dañado

Si su agenda diaria le estresa, empiece a rascar minutos de asueto para sentarse a meditar si quiere vivir más y mejor. Y la recomendación no es baladí. Está avalada por una investigación científica en la que ha participado el psicólogo clínico cántabro Baltasar Rodero.

¿Cómo se ha llegado a esta conclusión? El punto de partida del trabajo es la relación que existe entre el envejecimiento como causa de la enfermedad y los telómeros -extremos de los cromosomas que protegen el ADN-. «Está demostrado que el mayor riesgo para desarrollar cualquier enfermedad es el envejecimiento.

El cáncer, por ejemplo, comienza a diagnosticarse sobre todo a partir de los 45 años. Hasta ahora el enfoque clásico son las intervenciones terapéuticas en la enfermedad, pero estamos ya ante un cambio de paradigma, porque empieza a haber nuevas líneas de investigación, no centradas en la patología en sí, sino en la prevención», explica el psicólogo. El argumento es sencillo: «si sabemos por qué envejecemos y podemos prevenir el proceso de envejecimiento, estamos interviniendo a la vez en las patologías de manera preventiva». Y, según este trabajo, a cargo de un grupo de investigadores vinculados a la Universidad de Zaragoza, «la meditación ayuda a que el proceso del envejecimiento sea más lento».

Sus conclusiones, publicadas ya en la revista de psicoterapia Mindfulness, se recogen también en un artículo científico del periódico The Guardian. Dentro de esas nuevas líneas de investigación, una de las que está en auge tiene que ver con el papel de los telómeros en el envejecimiento. «Los telómeros son como cápsulas de proteínas que lo que hacen es proteger el ADN en el proceso de replicación, como si fueran los trozos de plástico que se colocan para evitar que los cordones se deshilachen», explica.

El desgaste de esos extremos va en proporción al envejecimiento, cuando «los telómeros son críticamente cortos las células entran en senescencia y dejan de dividirse, lo que acaba dañando el ADN y, en consecuencia, deja a esa persona más expuesta a la enfermedad». Este descubrimiento fue merecedor del Premio Nobel de Medicina en 2009.

Los tres científicos que lo protagonizaron descubrieron cómo se replican los cromosomas completamente durante la división celular y qué es lo que los protege de la degradación. Demostraron que la solución está en las terminaciones de los cromosomas, los telómeros, y en una enzima que los genera (la telomerasa). «Este hallazgo ha sido clave para el entendimiento del envejecimiento. Ha tenido un gran impacto en la comunidad científica, ya que explica uno de los motivos principales del envejecimiento no solo a nivel celular, sino también en todo el organismo.

Por ello, la medición de los telómeros es hoy en día un biomarcador validado para conocer el grado de envejecimiento, el estado de salud y el riesgo de desarrollar enfermedades relacionadas con el envejecimiento». Descubierta su función, el siguiente paso fue investigar sobre los factores que influyen en que el envejecimiento se acelere o desacelere.

«Sabemos que el tabaco, alcohol o el sobrepeso aceleran el envejecimiento y la aparición de enfermedades, e incluso hay estudios que ya han probado que el estrés también influye negativamente, de la misma forma que el estilo de vida saludable (deporte, dieta mediterránea, descanso...) contribuye a retardar el proceso», señala Rodero. Ahora bien, «los psicólogos nos planteamos qué personas se estresan menos, hasta qué punto los meditadores tienen telómeros más largos (consecuencia de que padecen menos estrés celular) y por qué».

La metodología del estudio fue comparar los datos de un grupo de veinte personas que habitualmente practica la meditación Zen, con más de diez años de experiencia, con otro de similares características en edad y peso pero sin esa rutina de relajación. Se tomaron muestras de sangre de unos y de otros y se analizaron sus telómeros.

A partir de esos resultados y del test complementario «concluimos que los meditadores expertos mostraron una longitud telomérica significativamente mayor que el grupo control y que hay dos variables determinantes que son la aceptación y la compasión. Quienes comparten estas dos actitudes, tienen menos estrés celular», continúa Rodero. Para profundizar en esa afirmación, el psicólogo explica el significado de ambos términos: «La aceptación consiste en la actitud de una persona de saber que está dispuesto a estar mal cuando toca estarlo, pero que no por ello deja de funcionar. Se puede estar triste y tener recuerdos dolorosos, memorias desagradables, pero a pesar de eso salir, hacer vida social, practicar deporte, etc. Y la compasión implica saber que no somos perfectos, que todos podemos meter la pata, pero que hay que aprender de los errores y ser más comprensivos con los demás y con nosotros mismos».

Los autores del estudio destacan que estos resultados «permitirán orientar las terapias psicológicas para realizar intervenciones en las que se potencie la aceptación y la compasión. Hoy en día el ritmo de vida impide tener tiempo para meditar».

Fuente: http://www.eldiariomontanes.es/